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domingo, 22 de julio de 2018

Beti arte, aita! Agur eta ohore, Antonio Buendía Buendía





Arratsalde on denoi! Mila esker etortzeagatik.



Gracias a todas y todos por acompañarnos en este acto en el que de una forma sencilla y sentida decimos hasta siempre a Antonio Buendía Buendía.

El aitxitxa Antonio, el aita, marido, suegro, yerno, hermano, primo, tío, amigo..… compañero de viaje especialmente de nuestra ama, Mariluz Pérez Garrido, al frente durante toda una vida del Bar Ibai Ondo.





Acabáis de escuchar a quien fue también compañero suyo de juegos en aquellas tierras conquenses. José Luis Perales.

Antonio nació en Mazarulleque, provincia de Cuenca, un 17 de enero de 1935. Su padre, Eufemio, su madre, Saturnina. Criado junto a sus tres hermanas, Pura, Teo y Mari. En aquellos tiempos, poder estudiar estaba al alcance no de todo el mundo. Nosotros venimos de una familia humilde, trabajadora… y así empezó nuestro padre, siendo pastor de ovejas, guardicionero... Recorriendo esos campos castellano-manchegos limítrofes con su querida Guadalajara. Si algún día vais por Alcocér y entráis al restaurante “Goyo”, hablad de él. Le conocían con el sobrenombre del “raspa”. Qué cosas. Precisamente allí, en Alcocer, aprendió el oficio de guardicionería y sus padres le montaron todo un taller en Cañaveras.


Ya por entonces comprobó que no sería sencilla su singladura. Le fallaba la vista. Ceguera nocturna le decían… lo que ahora deriviaría en una Retinosis Pigmentaria. Las pasó canutas en las noches a cielo abierto cuidando de vez en cuando de esos rebaños que les solían tocar pasear… pero salió adelante por inspiración propia, por supervivencia. Y aunque tuvo que dejar los estudios, no perdió ocasión en seguir aprendiendo por su cuenta. Sus problemas de vista le hacían más proclive a lo que sería ahora una Formación Profesional que a seguir estudiando.





Y así fue que, tras su aprendizaje como guardicionero, y estando ya en la mili, se percató de que con la llegada de los tractores, ya no sería quizá tan productivo el trabajo de la piel sobre aquellos animales de labranza que irían siendo sustituidos por las máquinas.


Y así fue como pasó de Cuenca… a Eibar estando de pupilo junto con su hermana Mari en casa de su otra hermana Pura.

De Cuenca a Eibar
“Kuenkakua naiz, baina pentsatuta euskalduna…”, solía decir. Aquellas familias de Cuenca optaron por radicarse primero en Eibar y luego partieron algunas para Vitoria-Gasteiz, mi ciudad ahora de acogida y a la que también quiero. Y en Bilbao, nuestra mirada también para nuestra familia materna. Cuántos cumpleaños viniendo al Ibai Ondo para felicitarnos, para subir a Arrate, o cuiando subíamos al parque de atracciones de Artxanda. Gracias a todas y todos vosotros por estar siempre ahí.

Y eso. Eibar. Qué decir de Eibar. Él se sentía así, eibarrés. Se sentía, lo decía y lo practicaba. Empezó como guardicionero forrando sillines de bici en Urzelay (su compañero de trabajo, Jesús Marí Hériz, tenía 14 años y el aita 25. Antonio trabajaba en un equipo de mujeres con su guardicionería y Hériz fue el que le puso el sobrenombre de “Egunon Egunon”), haciendo pinitos mientras tanto en otras pequeñas empresas, sirviendo helados y haciendo cucuruchos, churros en la mítica LA EIBARRESA, yendo con el carrito hasta la zona de baile en una atiborrada Unzaga… le podéis ver en una de esas fotos de entonces en el álbum de fotos ubicado en el techo de La Eibarresa… y de ahí, al mundo de la hostelería. De hecho, la relación con nuestra madre comenzó a fraguarse en el Miguel de la entonces Dos de Mayo, aunque previamente tuvieron su primer encuentro, qué cosas, en el bautizo de la primera hija de su hermana Pura, esto es, María Luz.

Ahí, para nosotros, empezaría todo. Para nosotros y para otro hermano que también tuvimos pero que por desgracia tuvo efímera vida. Quienes estáis aquí, algunas personas sabréis, otras no… pero hubo un primer hijo que a los 15 meses falleció. No sé si con el deseo de superar semejante palo y a la vez de honrarle, fueron capaces de seguir para adelante y poner su mismo nombre al que vendría después. Difícil expresar mis sentimientos… Su nombre, efectivamente, era Aitor Buendía Pérez. Recuerdo muy bien que unos años íbamos a honrar su tumba al Cementerio de Urki… hasta que se optó por seguir mirando al futuro más que al pasado.


Qué decir del Casino Artista Eibarrés, donde compartió la responsabilidad de un negocio, o previamente en el Iru Bide con su gran amigo Manu Tellería, la Josefi, la Kontxi… Tengo una anécdota muy buena que nos comentaba más de una vez. Estando en la barra del Iru Bide, le viene una cuadrilla y le pide: “Mesedez, vino epela (templado, en euskera)”. Mi padre entendió lo que entendió… y se puso a servir unos txikitos monumentales. El cliente le llamó la atención y el aita soltó: “pero no me habías dicho que queríais unos vinos a pela, a peseta??”.





Eibar, el euskera, su idiosincrasia
No sé si serían estos ejemplos u otros, pero el caso es que nuestro aita no tardó nada en adaptarse al terreno. En aprender un euskera de batalla, básico, en enseñarnos a nosotros, sus hijos, el amor por esta tierra, colocando la ikurriña en el balcón en días señalados, yendo con el Partido Comunista de aquel entonces a diferentes lugares festivos y reivindicativos junto con el gran Otxabiña, tío, que cosas, de quien hoy es mi mujer, sumándonos a la marea humana en contra de la central nuclear de Lemóniz, apuntándonos al Kezka y la Tamborrada con el gran José Luis Sarasketa, o apuntándonos a la ikastola para educarnos desde el inicio en el euskera aunque este punto no prosperara por ignorancias de terceras personas que no vienen al caso. Pero lo hizo. Se empeñó.

Y qué recuerdos también de aquellas días de Santo Tomás repartiendo mi hermana y yo bandeja en mano un poquito de txistorra y marianitos a establecimientos cercanos. Entre ellos, el siempre recordado “bordao”, el “bordado” de toda la vida con el equipo de Mari Tere al frente.


Y así… sin quererlo, estoy definiendo a nuestra ciudad de Eibar. Ciudad de acogida de personas llegadas desde diferentes partes. Ciudad cuyo euskera se vio afectado precisamente por esa inmigración. Ciudad en la que el patrón y el obrero se juntaban en el txikiteo. Ciudad solidaria, revolucionaria, humanista, con un gran tejido social, con asociaciones de mujeres como Sociedad Femenina, Goi Argi y otras ejemplo del valor de mujeres ya por entonces empoderadas… Eibar, beti Eibar… con orgullo bien entendido…

En este momento, me gustaría que os dirigiera unas palabras precisamente quien en los últimos años de vida especialmente ha compartido con el aita momentos de reflexión, de compartir, de escuchar... Él, además, simboliza para nosotros, para nuestra familia, el punto y seguido del Ibai Ondo. José Luis Goikoetxea, Goiko, mesedez…





INTERVENCIÓN DE SU AMIGO, JOSÉ LUIS GOIKOETXEA


ANTONIO BUENDÍA BUENDÍA. (Antonio Egun on, egun on). Seré breve, muy breve.

Mari Luz, Amaia, Aitor, Isabel, Ricardo, Maialen, Mikel, Ander, Iker, son familia de Antonio y deben estar contentos. Antonio ha tenido una vida plena: en sus necesidades como persona individual e irrepetible y como esposo, padre, suegro y abuelo. Pero tuvo más, los amigos, y aquí estamos todos.


Me gustaba hablar con él. De cosas de su infancia, de aquellas palabras utilizadas de niño en la montaña y ahora perdidas para siempre. A veces, le leía algún poema y se emocionaba...

El bar Ibai Ondo, ha supuesto mucho para algunos de los que estamos aquí y, sobre todo, para Antonio y su familia. Seguro que se emociona este hombre, pastor y poeta, como lo fue Miguel Hernández, al recordar aquella Mesa de los Sabios y de la que me vienen a la memoria aquellos que ahora, definitivamente le acompañan: Inás Ibarbia (mozo), Javier Castañón (Casta), Jaime Aguirre, Alberto Lizarralde(Gallarta), Txatua, Vicente Aristondo y Juanito Etchetto (Don Juan). Todos los demás estamos aquí rindiéndole este pequeño homenaje con cariño y reconocimiento. En aquella mesa, hoy trasladada al Bar Arno, no hacían falta títulos ni másteres de la Universidad Juan Carlos Primero. Bastaba, simplemente, con ser sabio. Sabio de la vida, como ha sido Antonio. Sabía de todo, menos de fútbol. Ahí se perdía un poco.

Era un hombre que, a la vez, se fumaba tres puros y no fumaba ninguno. Se le apagaban. Terco, durante una temporada tuvo un complicado enemigo que le hizo pasar noches sin dormir: el cubo de Rubik. ¡¡Cuántas horas peleando con él!! Pero a aquel, también lo venció. Ágil contando chistes y anécdotas. Orgulloso de su aska con termostato: “Haga frío o calor, el vino del Ibaiondo, a doce grados, es el mejor”. Y..., ¿os acordáis de cual era, siempre, su primera pregunta?... “¿Qué vas a tomar?”, pero no como tabernero, sino como amigo, en cualquier lugar. “Pide lo que quieras que pago yo.”

Era un hombre desprendido, conversador y de principios. Un hombre querido y bueno. Le dedico un sencillo y breve poema que me salió del alma nada más enterarme de su muerte.


Y tiene que ser así. Y debe ser así.
El río que nos lleva va recogiendo lodos,
va tomando su postura horizontal. Acorazando arterias,
con pocas curvas se ensancha, ralentiza.

El río que nos lleva,
se reafirma en su distancia,
se sabe en lo que queda y consciente,
sin protestas, va muriendo cada kilómetro. Poco a poco,
y lucha …, pero ve que no puede... Y se entrega.

Y tiene que ser así. Y debe ser así.

Gero arte Antonio.

Goiko.




Eskerrik asko Goiko!

Efectivamente, Antonio poeta. Quién de los aquí presentes no habrá escuchado una de sus poesías o uno de sus chistes. El último que repetía, qué casualidades de la vida…, es que era del Partido Comunista, mira cómo voy con el “carrillo” en referencia al taka-taka que lleva de un tiempo a esta parte.




Agradecimientos
Concluimos con un agradecimiento. Agradecimiento en primer lugar a mi hermana. Por lo que ha estado haciendo durante todo este tiempo. Pendiente de médicos, de las pastillas, de la farmacia, del teléfono… Gracias Amaia. Sí… lo sé, sé que si hubiera sido al revés y yo hubiera estado aquí y tu en Vitoria, hubiera actuado igual. Es posible… pero lo que sé seguro es que tú lo hiciste.

Gracias por parte de mi hermana, Amaia, y yo mismo. No queremos personalizar en nadie por riesgo a olvidarnos pero es de justicia, por ejemplo, recordar a la gran familia del Arno que durante este tiempo habéis estado ahí… a esos lugares a los que no dejaba de acudir para un tomar un vinito y un pintxo como era el Centro Gallego donde hasta hace unos pocos años seguía echando la partida… cómo añoraba jugar al mus, al tute, al subastao… al Orbela, a la bodega, al Juanito, al José Luis, al Aterpe antes Bikini… más recientemente al Baratxe, nuestro Garage García de toda la vida… Con la Carmela, nuestra Carmela… el gran apoyo que ha significado siempre, siempre Melitón, uno más de la familia… o aquella cuidadora que tuvimos mi hermana y yo, Isabel…

O aquellos inolvidables años en Torre del Mar, en aquellas andanzas y paseos kilométricos y como Peio Bengoetxea y Margari cuidaban con mimo y detalle que estuvieran bien. Qué bonitos recuerdos con la Pili, el maestro, Angelines, Muñategi, Martínez… cuando íban al Guerra de Velez Málaga a endulzarse con vino de Cómpeta. Y de Arrate, qué decir. En el Cantabria, con Javitxu, que nos dejó repentinamente, y Maite… aquellas tardes… y luego a ver películas de indios y vaqueros en los Carmelitas con los primos…

Y ya más reciente, una persona como Mari Carmen, cuidadora de nuestros aitas, luz y aire para nuestra ama, comprensión y cercanía para el aita. Gracias, gracias, gracias Mari Carmen.

Valores de Eibar
Gracias a todas y todos por cómo acogisteis a nuestro aita. No os hablo sólo de ahora… os hablo también de entonces. No me dirijo sólo a vosotras y vosotros, aquí presentes, me refiero al Eibar de entonces, de ahora también, de siempre… Una ciudad que representa unos valores, una forma de ser y entender la vida. Un ejemplo. No sabría decir el porqué. La orografía, el valle, los montes… creo que hay mucha culpa en la dificultad para casi todo. Si todo fuera perfecto… no hubiera sido igual. Eso nos ha hecho así. Y también, seguir transmitiendo esos valores del trabajo, la humildad, la constancia, la solidaridad, la superación, la observación… Y para que esos valores no se pierdan, hay que transmitirlos y ponerlos en práctica. Tenemos un deber como ciudadanía y es la de transmitir esos valores.

Cerramos el día de hoy con uno de sus versos más emblemáticos, dirigido precisamente a su querida, nuestra querida, EIBAR.





EIBAR PUEBLO TRABAJADOR Y HONRADO
DONDE LA INDUSTRIA HA FLORECIDO Y UN NOMBRE LE HA DADO.

QUISIERA TUVIÉRAIS ESTE PUEBLO COMO EJEMPLO, DONDE
TRABAJA EL PATRÓN, DONDE TRABAJA EL OBRERO Y DONDE TODOS
APORTAMOS NUESTRO MAYOR ORGULLO Y ESMERO.

Y QUÉ ALEGRÍA QUE DA, CUANDO DE MADRUGADA, HACIA EL TRABAJO
MARCHAMOS Y ALLÍ, AL JEFE, EN SU PUESTO ENCONTRAMOS.

AÚN HAY ALGO MÁS HERMOSO Y ES ESA ESCUELA DE ARMERÍA
DONDE SE HAN FORJADO LOS HOMBRES Y MUJERES DE GRAN PROVECHO HOY EN DÍA.

Y TODO ESTO OS LO DICE UN EIBARRÉS, LLEGADO DE TIERRAS CONQUENSES, DE NOMBRE ANTONIO BUENDÍA BUENDÍA, Y AGRADECIDO QUE ES.


Eibar, 17 de julio de 2018

P.D. (El domingo, 22 de julio, tuvimos un pequeño recuerdo para su legado gastronómico en el programa "LA RUTA SLOW" de Radio Euskadi) 

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